martes, 4 de octubre de 2011

octubre

 





Me gusta esa casa  con sus anaqueles y maderas
los estantes llenos de libros, los libros  y las plantas.
Me gusta esa casa  pero más quien la habita
con sus ojos y horizontes, aunque sea larga 
su distancia de saudades
en lo profundo de sus ojos y mirada.

Porque son largos sus dedos de ternuras,   
intensas las líneas de sus manos
me callo ante cada uno de sus silencios 
pero revivo en cada palabra
que ella pronuncia, escribe o deletrea con paciencia de artesano.

Cuando ella está en silencio, 
me contengo ante sus manos que abarcan imposibles
dejo sueltos sus dedos finos que trazan arabescos orientales
pero me abandono ante su boca que deletrea siluetas de ternuras.

Hoy, de repente, mientras pensaba en ella, corre el viento.

Cálido, impertinente, asfixiante, ese viento que sopla prepotente
azotando los árboles o perturba voluntades en alturas insondables.

Hoy, ella rompe el silencio, casualmente sin casualidad ,
quizás sabiendo, quizás porque ella es poeta sin saberlo
desata el piolín de mi alegría y me lleva con él de la mano
como un volantín infantil, a volar las tardecitas de octubre.

Entonces ya no pesa este calor de verano
esta sequedad de desierto con que el zonda 
nos abandona de humedad y voluntades
y hace que las náyades  busquen su refugio
en lo profundo de las aguas de  lagunas 
de la antigua huan aca che

Entonces recuerdo, yo la conocí antes
que su manos olvidaran llankanelo 

recuerdo estar cerca de su casa 
ser abrazado por su boca y sus palabras  
sus manos y ternuras, y la memoria 
me trae los  festejos de  las náyades
su alegría de octubre y humedales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario